Hacia una educación trascendente e innovadora: el aula de clases como ‘laboratorio’

Este artículo se publicó originalmente en el portal Colombia Digital



En nuestra columna anterior, expresábamos que la educación y la formación son la apuesta que una sociedad hace sobre sí misma.

Bien vale la pena también, que como sociedad innovemos en la forma en que apreciamos el aula de clase en los diferentes ámbitos de la educación.

De no hacerlo, corremos el riesgo de generar un sistema educativo y formativo que no responda a las necesidades y aspiraciones de la sociedad, sus individuos y su sistema productivo.

Es indudable que la calidad de la educación en sus diversos niveles debe ser un propósito fundamental. Sin embargo no puede ser el único, ya que restringir la calidad a contenidos y competencias del docente en su disciplina, puede generar variados efectos contraproducentes para el sistema:

  • Estudiantes instruidos en informaciones irrelevantes para sí o cuya oportunidad de aplicación para su entorno desestiman.
  • Docentes despreocupados del valor de su disciplina para sus discípulos y su entorno.
  • O, hallarnos ante una comunidad ‘atrasada’, resignada a un sinnúmero de problemas de cuya solución nos sentimos desentendidos como actores.

Claramente, todos ellos son efectos nefastos para una sociedad que compite y desea generar bienestar integralmente.

En la educación superior, las tendencias actuales de rankings de universidades y acreditación han generado sobre el docente la exigencia de especializar su capacitación, investigar y publicar en revistas indexadas nacionales e internacionales.

¿Cuántos de estos contenidos son un camino de solución para una sociedad de atrasos generalizados? sinceramente, menos de los necesarios si pretendemos una efectiva transformación.

Es urgente que nuestra situación problemática y retos sean insumos importantes para la educación. Ello nos permite conocernos y entendernos, lo que facilitará nuestra apropiada evolución.

Por tal razón, un sistema educativo debe responder simultáneamente tanto a criterios de calidad, como a criterios de pertinencia, entendiendo por pertinencia, aquella capacidad de auto-transformación que la sociedad genera para prosperar integralmente.

Debemos entonces, promover una cultura de entender, investigar y analizar a partir de nuestra realidad en el aula de clase, no sólo en las universidades, sino también, y en su justa proporción, en la educación media, toda vez que los temas de cultura deban promoverse desde edades tempranas.

Requerimos pues, que nuestros espacios de educación propicien un entendimiento, investigación y análisis de nuestro entorno y sus problemáticas a través de medios efectivos como la ciencia, la tecnología y la innovación.

La realidad muestra que en nuestras universidades y colegios son escasos los mecanismos e incentivos para que los docentes dediquen esfuerzos a: entender su entorno, a socializarlo en el aula de clase y a generar dinámicas con sus estudiantes para comprenderlas y vislumbrar posteriores soluciones.

En ello, nuestro sistema tiene una gran tarea por hacer.

Un buen mecanismo para que la educación cumpla con criterios de calidad y de pertinencia en sus niveles básico, medio y superior, es:

Trabajar por nuevas concepciones del aula de clase, pensándolas como un espacio de entendimiento e investigación de nuestras problemáticas y reemplazando el espacio tradicional donde un conocedor de la materia, el profesor, ‘instruye’ a un ajeno de la misma, el estudiante.

Debemos transformar este espacio hacia un efectivo y eficiente escenario reflexivo de saberes y contextos.

Bajo esta óptica del espacio del aula de clase como ‘laboratorio’, las bondades son enormes por tratase de espacios de socialización enriquecidos: allí,

  • Un estudiante podría conocer los problemas que tiene un empresario y con la guía de su profesor participar creativamente con ideas sobre mejores soluciones.
  • Un empresario podría contrastar y simular nuevos modelos y con la guía del profesor identificar aquel que se adecue a su empresa.
  • Un profesor podría identificar oportunidades de aplicación de su experticia después de conocer las prácticas que tiene su disciplina, en su entorno circundante.

(Visite el siguiente vínculo para profundizar sobre los lineamientos conceptuales de investigación en el aula).

El sistema educativo y las instituciones podrían innovar creando los mecanismos que faciliten la generación de estos espacios, logrando que las academias educativas se planteen preguntas como:

  • ¿Qué incentivos puedo dar a mis docentes para que lideren este proceso con sus estudiantes, su experticia y las realidades del entorno?
  • ¿Cómo puedo interactuar con mi entorno a partir del aula de clase?
  • ¿Cómo facilitar los ritmos académicos con aquellos de los actores del entorno?

Al responder a interrogantes simples como estos, toda institución estará dándole forma a los beneficios de la interacción con su medio, haciendo del aula de clase un ‘laboratorio’ y propiciando el aprendizaje con contexto, el entendimiento de problemáticas y la generación de un recurso humano activo en la construcción de la sociedad competitiva que todos anhelamos.